PODER MENTAL
PODER MENTAL Artículo basado en el libro “Domine su fuerza mental” de Robert Fletcher.
Hay que someter al espíritu a una higiene, esta higiene se basa en la moral. En nuestro espíritu pueden entrar substancias mentales perniciosas: miedo, hipocondría, desánimo, depresión… Esta moral se basa en que las fuerzas del espíritu son reales. Existen personas egoístas cuya atención centrada en sí mismo les lleva a preocuparse de una manera desordenada por todo lo que atañe a ellos mismos. De aquí que el egoísmo sea el origen de muchos males, una persona generosa, abierta a los demás nunca será hipocondríaca porque siempre estará fuera de la órbita de sí mismo. Goethe vivió una epidemia, sacó fuerzas de voluntad y ordenó a su cuerpo que no se contagiase y él no enfermó mientras que otras personas a su alrededor enseguida veían en ellos mismos los síntomas de la enfermedad. Se cuenta el caso de un sujeto que tras leer en una revista médica los síntomas de un enfermedad, los experimentó todos tuviendo que ser tratado de la misma. La mente crea enfermedades, la mente también puede crear salud. Solamente hay que procurarse el estado de ánimo adecuado y ese estado de ánimo pasa por el valor, el coraje y el desapego. “El temor es un estado de debilidad que nos entrega sin defensa a los ataques victoriosos del enemigo.” Recordemos que no hay nada en el mundo más fuerte que el carácter del hombre… No es un absurdo el creer que el alma y el cuerpo ejercen uno sobre el otro una acción recíproca. El hombre tiene facultad de sentir, facultad de pensar y facultad de querer. Debemos pues sentir cosas positivas, querer cosas positivas, pensar cosas positivas. Esto es difícil en un mundo donde se nos quiere atemorizados para podernos controlar. Según el filósofo Heder, la imaginación es la facultad del alma menos estudiada y sin embargo la imaginación es el origen de muchas enfermedades psicosomáticas. El peor mal es un mal imaginario. Debemos recurrir al poder benéfico de la esperanza, Hufeland en su libro “El arte de prolongar la vida” ha dicho que uno de los medios para prolongar la existencia es dar a la imaginación una dirección agradable. Contrariamente a lo que predican muchas formas de meditación, el estado más miserable del alma es el estado de no acción y de no desear, es carecer de las fuerzas del querer. Eso nos lleva de lleno a la actividad. Actividad para tener salud, actividad para tener poder mental, actividad para estar sano mentalmente. La pereza sería un estado enfermizo de la mente, no desear sería una forma de enfermedad. No actuar equivaldría a estar muerto. Para obrar es necesario el concurso de la voluntad. El mal humor es el demonio más terrible, bajo el nombre de fastidio ejerce en la sociedad un dominio despótico. Mientras que en la tristeza hay cierto lirismo, en el mal humor se encuentra la prosa vulgar de la vida. Debemos por tanto no estar jamás ociosos. La voluntad y el sentimiento, y, por consiguiente, la alegría y la tristeza “dependen del punto de vista desde el cual contemplamos el mundo y a nosotros mismos. Este punto de vista se determina por la cultura de nuestro espíritu. “Cada cual encuentra en sí mismo o consuelo o desaliento; cada cual lleva consigo el paraíso o el infierno.” Debemos mantener nuestra mente limpia para que nos parezca limpio todo lo que nos rodea, “para el puro todo es puro”, dice la Biblia. El egoísta al estar encerrado en un círculo estrechísimo es verdugo de sí mismo, el egoísta es más sensible que nadie a los ataques de la adversidad. El resultado más importante de una acertada cultura intelectual es el conocimiento de sí mismo, el egoísmo es un agente destructor. Los inmensos y grandiosos espectáculos de la naturaleza, ofrecidos a todo corazón franco que los aprecie, son un bálsamo. “El egoísta está pendiente de todos y cada uno de los recovecos de su ser, su vida es una agonía interminable.” Las emociones cambian nuestro organismo, una emoción fuerte puede provocar la muerte. Los medios para combatir los temperamentos y las pasiones son tres: habituarse a lo que es justo, desarrollar la razón, equilibrar las emociones.
Toda hipocondría es generada por el egoísmo, no hay nada que haga envejecer tanto como el miedo a volverse viejo.
Una vez aprendidas las directrices que nos hacen ver que es el espíritu el que domina el cuerpo, pasemos a usar la mente para fascinar a los demás e influir en ellos.
La energía mental dominadora sale a través de los ojos, para tener una mirada magnética tenemos que realizar el siguiente ejercicio: Situarse delante de un espejo con un trozo pequeño de tela negra en el entrecejo, durante diez minutos mirar en el espejo ese pedacito de tele negra concentrando nuestra energía mental. Una vez que nos hemos cargado de energía mental debemos procurarnos la compañía de la persona que queremos fascinar y mirándola a los ojos pedirle lo que necesitemos de ella, con calma y pensando que obtendremos con premura lo que pidamos. También se puede influir a distancia en la persona de cuya ayuda necesitemos, para ello antes de dormir nos imaginaremos que salimos por la puerta, vamos a la casa de esa persona, nos colamos en su dormitorio y mientras ella duerme le susurramos al oído lo que queremos de ella, al día siguiente esa persona estará presta a ayudarnos. El secreto de todo consiste en tener una gran fe en lo que hagamos, una gran fe acompañada de la férrea creencia de que conseguiremos todos nuestros objetivos.